Las amígdalas de mis amígdalas son mis amígdalas
Póster:
Crítica:
Efectivamente, ese nombre tan largo y complicado que veis ahí arriba es el título del nuevo monólogo con el que Luis Piedrahita se está recorriendo toda España. Llevo siguiendo a este señor desde que lo descubrí hace unos años en "El club de la comedia" ya que, desde ese primer momento en que lo ví, me atrajo mucho (tanto en su faceta cómica como en la faceta mágica que podemos ver a veces en "El Hormiguero"). De tal manera que, cuando me enteré de que venía a Gijón, mi ciudad, hace un par de meses, me planteé ir a verlo hasta que me decidí y ayer sábado 30 fui a intentar destensarme y olvidarme de la rutina por un tiempo con su particular pero inteligente humor.
Hacía una noche magnífica cuando llegué al precioso Teatro de La Laboral (para mí uno de los edificios más bellos de Gijón). Hubo que esperar un poco para ver al genio gallego en acción ya que el espectáculo empezó unos cinco minutos más tarde de lo planeado. Pero, sin duda, la espera valió la pena ya que Luis nos brindó un monólogo muy entretenido aunque con altibajos.
Reconozco que el principio del show se me hizo un poco lento y repetitivo aunque tuvo momentos buenos como las improvisadas interacciones con el público. (Aviso: nunca llegues tarde al teatro con Luis delante, te lo va a estar recordando un buen rato). También un momento muy divertido fueron las ya míticas nuevas palabras que se inventa de vez en cuando con sus graciosísimas definiciones.
Sin embargo, como a los cuarenta y cinco minutos de haber empezado el espectáculo, algo pasó que hizo que Luis brillara con luz propia y es que se fue la luz. Eso hizo que el bueno de Piedrahita tuviera que ponerse a improvisar durante unos cinco minutos que constituyeron uno de los mejores momentos del show. A partir de ahí, ya con la luz restaurada, Luis se fue viniendo arriba para disfrute del público que cada vez estaba más entregado y que llenó de carcajadas el teatro durante la parte final del monólogo.
Y es que, a través de numerosas referencias y continuaciones, los chistes que parecían forzados y repetitivos al principio del espectáculo empezaron a cobrar sentido. Con un Luis cada vez más inspirado, se fue desarrollando el monólogo que nadie quería que acabase debido a que tanto el público como Piedrahita estaban pasando un rato maravilloso. Pero como todo llega en esta vida, el monólogo acabó con un chiste muy inteligente que Luis llevaba guardando en la manga(figuradamente) durante todo el espectáculo y que hizo que se llevara una ovación general y que los aplausos retumbaran por todo el edificio.
Como conclusión diré que, para mí, hay tres cosas que, como menciono en el título de este artículo, diferencian a un cómico más bien regular con uno muy bueno. Procedo a enumerarlas: un buen cómico sabe reírse de problemas del día a día que el público pueda identificar fácilmente, sabe improvisar y, sobre todo, sabe hacer monólogos redondos y autoconclusivos en los cuales los chistes quedan incompletos hasta el final del espectáculo para mantener al público intrigado. Y Luis Piedrahita cumple estas tres cosas en este y en todos sus monólogos.
Lo peor: Al principio del show, los chistes pueden hacerse un poco forzados y repetitivos y se te puede hacer un poco cuesta arriba
Lo mejor: Los momentos de improvisación, la interacción con el público, el uso de la pantalla detrás suya (pequeño pero muy efectivo), lo identificado que se siente el público con los problemas rutinarios a los que Luis hace referencia, el final del espectáculo ( es un final para el cual merece la pena esperar)
Nota: 8/10
Póster:
Crítica:
Efectivamente, ese nombre tan largo y complicado que veis ahí arriba es el título del nuevo monólogo con el que Luis Piedrahita se está recorriendo toda España. Llevo siguiendo a este señor desde que lo descubrí hace unos años en "El club de la comedia" ya que, desde ese primer momento en que lo ví, me atrajo mucho (tanto en su faceta cómica como en la faceta mágica que podemos ver a veces en "El Hormiguero"). De tal manera que, cuando me enteré de que venía a Gijón, mi ciudad, hace un par de meses, me planteé ir a verlo hasta que me decidí y ayer sábado 30 fui a intentar destensarme y olvidarme de la rutina por un tiempo con su particular pero inteligente humor.
Hacía una noche magnífica cuando llegué al precioso Teatro de La Laboral (para mí uno de los edificios más bellos de Gijón). Hubo que esperar un poco para ver al genio gallego en acción ya que el espectáculo empezó unos cinco minutos más tarde de lo planeado. Pero, sin duda, la espera valió la pena ya que Luis nos brindó un monólogo muy entretenido aunque con altibajos.
Reconozco que el principio del show se me hizo un poco lento y repetitivo aunque tuvo momentos buenos como las improvisadas interacciones con el público. (Aviso: nunca llegues tarde al teatro con Luis delante, te lo va a estar recordando un buen rato). También un momento muy divertido fueron las ya míticas nuevas palabras que se inventa de vez en cuando con sus graciosísimas definiciones.
Sin embargo, como a los cuarenta y cinco minutos de haber empezado el espectáculo, algo pasó que hizo que Luis brillara con luz propia y es que se fue la luz. Eso hizo que el bueno de Piedrahita tuviera que ponerse a improvisar durante unos cinco minutos que constituyeron uno de los mejores momentos del show. A partir de ahí, ya con la luz restaurada, Luis se fue viniendo arriba para disfrute del público que cada vez estaba más entregado y que llenó de carcajadas el teatro durante la parte final del monólogo.
Y es que, a través de numerosas referencias y continuaciones, los chistes que parecían forzados y repetitivos al principio del espectáculo empezaron a cobrar sentido. Con un Luis cada vez más inspirado, se fue desarrollando el monólogo que nadie quería que acabase debido a que tanto el público como Piedrahita estaban pasando un rato maravilloso. Pero como todo llega en esta vida, el monólogo acabó con un chiste muy inteligente que Luis llevaba guardando en la manga(figuradamente) durante todo el espectáculo y que hizo que se llevara una ovación general y que los aplausos retumbaran por todo el edificio.
Como conclusión diré que, para mí, hay tres cosas que, como menciono en el título de este artículo, diferencian a un cómico más bien regular con uno muy bueno. Procedo a enumerarlas: un buen cómico sabe reírse de problemas del día a día que el público pueda identificar fácilmente, sabe improvisar y, sobre todo, sabe hacer monólogos redondos y autoconclusivos en los cuales los chistes quedan incompletos hasta el final del espectáculo para mantener al público intrigado. Y Luis Piedrahita cumple estas tres cosas en este y en todos sus monólogos.
Lo peor: Al principio del show, los chistes pueden hacerse un poco forzados y repetitivos y se te puede hacer un poco cuesta arriba
Lo mejor: Los momentos de improvisación, la interacción con el público, el uso de la pantalla detrás suya (pequeño pero muy efectivo), lo identificado que se siente el público con los problemas rutinarios a los que Luis hace referencia, el final del espectáculo ( es un final para el cual merece la pena esperar)
Nota: 8/10
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