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Trilogía de Los Casos del Departamento Q o acercamiento al thrilller nórdico

Trilogía Los Casos del Departamento Q (Misericordia, Profanación, Redención):

Años de estreno: 2013, 2014 y 2016
Títulos originales (esto estaba principalmente pensado para títulos en inglés pero ,al ser danesas, voy a estar un buen rato; en fin): Kvinden i buret, Fasandraeberne, Flaskepost fra P
Pósters:

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Crítica:

Por una vez (y espero que sirva de precedente) voy a evadirme de los lugares comunes cinematográficos frecuentemente tratados en este sitio, como Estados Unidos, Reino Unido, España, Francia y Japón, y me voy a trasladar al (no tan) lejano país de Dinamarca a presentaros en profundidad gracias a esta trilogía (ahora tetralogía) un subgénero literario fascinante que ha creado escuela y que ha trascendido el papel llegando a la gran pantalla: el thriller nórdico (por nórdico se entiende escandinavo).

Las películas asociadas con este género suelen estar basadas en novelas (sagas literarias, más bien) como las de Millenium de Stieg Larsson (Suecia, que consta con adaptaciones tanto estadounidenses como suecas), la de Harry Hole de Jo Nesbo (Noruega, recientemente adaptada a cine con la no muy destacable El muñeco de nieve) o en la que vamos a centrar (en parte) Los Casos del Departamento Q de Jussi Adler-Olsen (Dinamarca) y se suelen caracterizar por un protagonista atormentado por sus actos del pasado, una atención a los ambientes oscuros y corruptos de las extremas tierras escandinavas, una fría brutalidad en las imágenes y el uso de la teoría casi hobbesiana de que el mundo está lleno de maldad y depravación, de seres (¿humanos?, ¿personas?) que, de un modo casi salvaje, destruyen sin huella de arrepentimiento a otros.

Adaptadas de la serie de novelas publicadas por Adler-Olsen, guionizadas por el ya aquí conocido Nikolaj Arcel (director de la fantástica Un asunto real y de la no tan fantástica La torre oscura), dirigidas por el danés Mikkel Norgaard y el noruego Hans Peter Moland (Venganza bajo cero) y protagonizadas por el danés Nikolaaj Lie Kaas (Ángeles y Demonios) y el sueco de origen libanés Fares Fares (Westworld, Chernobyl) como pareja protagonista, los eventos de estas películas toman lugar después de que el inspector Carl Morck (Kaas) perdiese a todos sus compañeros por una decisión arriesgada en una misión, cuando su jefe se ve obligado a despedirle. Sin embargo, éste no está dispuesto a perderlo y le ofrece una última oportunidad: un puesto en el recién creado Departamento Q, en donde se archivan y se comprueban los casos no resueltos por esta comisaría. A regañadientes acepta y allí se encuentra a su nuevo compañero de trabajo, un chico de origen sirio llamado Hafez al-Assad (Fares). Les llevará cierto tiempo apreciarse, dado la pesadumbre y el pesimismo habitual del ex-inspector pero su creencia compartida en la búsqueda de la verdad y la justicia va a hacer que se involucren más de lo que deberían en estos casos, que resultan retorcidamente desafiantes y macabros.

Empecemos con la primera de las tres,

Misericordia:

En esta primera película, se produce el primer acercamiento entre los protagonistas, que van a afrontar su primer caso: la desaparición de una prometedora política danesa joven mientras viajaba en un ferry junto con su hermano discapacitado hace ya unos años. Al principio, los dos compañeros no se soportan. Morck se halla destrozado tras haber provocado la muerte de sus antiguos colegas y no se halla nada cómodo adaptándose o intentando conocer a un nuevo compañero después de tanto tiempo de trabajo, que además presenta evidentes rasgos arábicos (a pesar de su magnífica educación, los países nórdicos son algo más clasistas que lo que cabría imaginarse). Además, su situación familiar está pasando por una mala racha y se ve obligado a cuidar y a preocuparse por su hijo, con el que parece condenado a no entenderse. Esto va a labrar en él una personalidad pesimista, derrotista y conflictiva que choca con la disponibilidad y la motivación de su compañero, que, al fin y al cabo, es nuevo en ese trabajo. Sin embargo, hay algo que sí tienen en común y que va a permitir que investiguen juntos y es una creencia ligada a su personalidad en la verdad y la justicia, mezclada en su justa medida con un afán de romper las normas. La relación y la construcción de ambos personajes y su relación posiblemente sea lo mejor de la película y, normalmente, la atención a los detalles en los personajes, sus historias y sus personalidades suele ser un rasgo inconfundible de un buen thriller nórdico. Hablemos ahora del caso en sí mismo: éste es, de entre los tres que conforman la trilogía, el que más se podría confundir con un thriller intenso estadounidense como los que se pueden ver en pequeñas dosis en Mentes Criminales. Sin embargo, el factor diferenciador de este caso para que realmente tenga su propia personalidad es el cuidado en la ambientación, especialmente cuando la cámara se pone en el lugar de la chica desaparecida. Desde que la pobre muchacha se sube en ese barco, el espacio en el que se mueve es pequeño, cerrado, limitado, casi claustrofóbico que ayuda a crear una sensación constante de angustia que se magnifica cuando cierta cámara sellada toma el protagonismo. Lo que pasa ahí no solo va a poner a prueba a Marete Lyngaard (el nombre de la chica), sino también al espectador. Es imposible no verse aviolentado, impactado y absolutamente destrozado al ver tal muestra de falta de misericordia (de ahí viene el título de la película en español, cada uno tiene algo que ver con una idea clave alrededor de la cual gira la película) y aviso aquí a los sensibles: el thriller nórdico puede ser muy difícil de ver porque, irónicamente, tratan la maldad y la violencia con tal frialdad que las imágenes que allí se crean son repulsivas, muy difíciles de ver. Sin embargo, la película contrasta muy hábilmente estos momentos terroríficos con la investigación llevada a cabo por los protagonistas, que se centra en lugares más abiertos y esperanzadores, sin perder cierta sobriedad que caracteriza a estos países nórdicos, en la relación entre los protagonistas que va evolucionando a lo largo de la cinta y, en cierta medida, en una crítica sutil pero punzante al hecho de que quizás a algunas personas influyentes no les interesa que casos como estos sean resueltos, que se evidencia en todas las trabas que se encuentran Morck y al-Assad en su investigación. Investigación, además, que roza la emotividad cuando los dos agentes interrogan al (obviamente) traumatizado hermano de la desaparecida. No podía faltar en toda esta atención a los personajes una mirada de cerca al "villano", hecha a través de un muy efectivo y genialmente fotografiado flashback ambientado en las inmediaciones de un bosque nevado (típico en esas latitudes) en el que se reflexiona sobre la pérdida, la fragilidad de la vida y la visión de éstas que puede tener un niño. Si bien se puede acusar a la película de ser lenta, al misterio de desenvolverse muy poco a poco hasta casi el final (cosa que no me molesta en absoluto, característica del thriller europeo en contraste con el estadounidense y que se puede ver claramente en la magnífica novela La verdad sobre el caso Harry Quebert del escritor suizo [uno de mis favoritos, no me cansaré de recomendarlo] Joel Dicker), el final de la película (y de todas las de trilogía, en realidad) contiene mucha acción, mucha tensión y es una genial manera para liberar la angustia acumulada a lo largo del visionado. En resumen, el cuidado al extremo de los personajes y de la ambientación, la sensación de angustia eficazmente disminuida y avivada en segmentos y las poderosas y sobrecogedoras imágenes encumbran a un misterio bastante rutinario, si bien la cinta logra que sea una experiencia duramente inmersiva para el espectador, que le haga sufrir y reflexionar. Esta es la definición clara de entretenimiento con personalidad y, lo más importante, de muchísima calidad, que desafía al espectador con una frialdad y sobriedad desoladoras que recuerdan a estos países escandinavos en los que la acción toma lugar.

Nota: 9,5/10

Profanación:

La historia continúa en esta segunda película, lanzada un año después y con el mismo equipo detrás, incluyendo director, guionista y actores principales. Se conoce que la implicación del Departamento Q en el caso de Marete Lyngaard les ha supuesto bastante reconocimiento en su país y, por ende, la película comienza en un acto de agradecimiento a la labor de nuestros dos protagonistas, en donde Morck es interceptado por un señor que, de una forma ciertamente insistente y urgente, intenta convencerlo de que se encarguen de un caso que le afecta de un modo muy cercano. Morck, con su habitual falta de entusiasmo causada por su situación familiar una vez más (por cierto, a lo largo de las películas, la relación de Morck con su hijo va evolucionando poco a poco resultando en una mejor relación entre ellos y en cierto cambio de actitud en el protagonista), le deniega su ayuda. Poco después, se convence de que la cosa iba muy en serio cuando se encuentra al señor en cuestión, que se ha suicidado de una manera bastante cruda. Cambiando su parecer, Morck acaba de encontrar, sin quererlo (o no) el siguiente caso del Departamento Q: el asesinato de unos gemelos (y la violación previa sufrida por la hermana) en una cabaña en una zona relativamente rural en los años 90. El culpado por ese crimen es un chaval algo particular del pueblo, pero después de hablar con él sus sospechas se esfuman y llegan a la conclusión de que en ese sitio hay gato encerrado. Sus pesquisas los guían hacia un internado de niños bien de la zona en el que parece que se ocultó cierta información... Esta es, de entre los tres, la película más diferente y sorprendente, ya que rompe el modelo de thriller para convertirse en algo más. Otra cosa ciertamente sorprendente que hace esta película es aumentar considerablemente su duración con respecto a su predecesora, para que así los verdaderos protagonistas de la cinta no sean los protagonistas (ya construidos) sino personajes nuevos implicados directamente en el caso. De hecho, cuando se nos presenta en la película un personaje importante (quedaros con la escena del parque) ni siquiera se sabe quién es ni el rol que va a tener en la historia, lo cual ayuda a crear un sentimiento de intriga y misterio muy potente que capta el interés del espectador. Y es a través de este personaje que el director (ojo, que esta decisión no tiene tanto mérito, porque no hay que olvidar que están basadas en una novela; con lo cual, no han inventado la rueda aquí precisamente) toma una decisión que contrasta con la anterior película y que aporta bastante a la personalidad diferenciadora exponencial de esta película con respecto a las otras dos: esta película se centra en la sociedad danesa, pasando de lo mundano para centrarse en los extremos: la opulencia absurda de una nobleza burguesa llena de secretos y la cruda (más que cruda) realidad de los bajos fondos de la ciudad, frecuentados por delincuentes varios, mendigos y yonkis. Realmente es desgarrador el retrato tan fiel que hace esta película de la vida en la clandestinidad en la que la droga parece ser la única salvación para la discutible protagonista de esta cinta. Sin embargo, la droga es un mundo peligroso y, desgraciadamente, no toma prisioneros. Es a partir de aquí cuando la diferencia de formato se hace evidente: esto no es un thriller, esta es una historia de personajes cuya única manera de fluir es a través de una muy interesante trama de venganza. Y, ¿qué es una buena historia de personajes sin varios puntos de vista? Cuando la película deja de centrarse en la protagonista, se ha de centrar en los malos. Los flashbacks al internado en la época del crimen son constantes y distan de ser torpes o innecesarios. Al contrario, son muy iluminadores de lo que había pasado en la época del crimen y nos meten de lleno en una atmósfera opresiva, cruel, descorazonadora que inunda el internado y todo lo que lo habita. Allí seremos testigos de una historia  de violencia y ¿"amor"? que va a desencadenar en una tragedia inimaginable. Y, si pensabais que esta película dejaba de lado las imágenes potentes que destruían al espectador por dentro a lo Fincher en Seven, ya os podéis ir olvidando. Agárrense, que vienen curvas. Las máscaras blancas, cada vez que aparecen se produce una profanación brutal, hiriente, sobrecogedora. Las atmósferas a lo largo de la película también ayudan a mantener el misterio y la tensión a lo largo de la cinta: de lo opresivas y terroríficas que resultan las ambientaciones de los bajos fondos y el internado, pasando por la incomodidad constante que genera el pueblo en el espectador y por lo intrigante que resulta la constante búsqueda de venganza por parte de la protagonista y llegando a un final frenético, imparable, bestial. Éste toma lugar en una mansión maravillosamente fotografiada y es un no parar de persecuciones, acción, incertidumbre, animales, idas y venidas varias que tiene cierto sentido como final de una película que llevaba a una explosión inevitable, que solo puede llevar a la destrucción. Más que parte de una saga, esta película se siente como una historia inevitable y autoconclusiva que se apoya en un secreto que lleva mucho tiempo sin salir a la luz y que lo acaba haciendo años después causando una brutalidad y destrucción alrededor suyo que hacen de esta una película que deja sin respiración, sin esperanza pero con un extraño sentimiento de realización. Los contrastes abismales que presenta en sus ambientaciones dan pie no solo a un gran juego de sensaciones que provoca en el lector sino también a una crítica social directa y endiablada. Un sinfín de sentimientos esperan al espectador en Profanación que, lejos de actuar como una película de transición, despliega toda la personalidad e intensidad que se puede ofrecer en una historia única y diferente en comparación con las otras dos (ahora tres) películas. La diferencia lleva a la excelencia en este festival de brutalidad que garantiza la imposibilidad de dejar a nadie impasible.

Nota: 9,8/10

Redención:

Acabemos este artículo con la tercera película de esta saga. Estrenada dos años después que Profanación, esta cinta ya no cuenta con el director de las dos anteriores (Mikkel Norgaard) y lo reemplaza con un director algo más experimentado como es Hans Peter Molland, que venía con el aval de haber estado sutilmente involucrado en las películas suecas de Millenium. Si Misericordia destacaba por su escasa originalidad y su perfecta ejecución y Profanación por su gran personalidad e intensidad, a Redención se la puede catalogar sin mucho miedo a error como la película más comercial de las tres primeras, ya que su estructura y sus formas pueden recordar algo más a un thriller estadounidense de mayor ritmo. En esta película, un mensaje en un botella proveniente de Dinamarca es encontrado en las costas escocesas. A causa del tiempo que este mensaje lleva flotando en el mar, resulta prácticamente imposible de descifrar. Sin embargo, esto no resulta un obstáculo para los dos investigadores del Departamento Q, que inician un nuevo caso basado en las evidencias obtenidas de este texto que les va a llevar hasta una zona rural en la que los habitantes parecen ocultar secretos terribles y se resisten a colaborar. Después de conseguir que una familia del pueblo les confesase qué estaba pasando, se enfrentan a un villano que parece ser su némesis más absoluta y que les obligará a perseguirle en una carrera contrarreloj que los pondrá al límite de sus fuerzas. Reconozco que la película al principio se hace algo cuesta arriba. Sin embargo, la película consigue que el espectador se sienta mal y que, así, se meta en la película poco a poco usando algo que hasta ahora no se había explotado: las víctimas de este degenerado en esta ocasión son niños. Es a través de ellos que el director consigue llegar a los miedos más instintivos del espectador y que pasa de las imágenes poderosas y descorazonadoras de las anteriores películas para transmitir la opresión y la angustia a través de lo que presencian dos pobres niños. Y es que resulta que esta película trata un tema muy interesante: la pérdida de la inocencia forzada en la infancia, que constituye una estructura paralela con la pérdida de la fe religiosa que se representa en varios momentos de la cinta. Estos dos conceptos son los que estructuran al villano de esta película que, sin duda, es el auténtico protagonista y la parte más interesante. Con unos pocos flashbacks consiguen construir un personaje eficaz, que genera ciertas cuestiones interesantes. Otro motivo por el que destaca es que contrasta con el resto de villanos de esta saga. Si el resto eran personajes humanos, por mucho que duela, que se movían por sus pasiones; este hombre, aparte de perder la inocencia forzadamente, pierde también su humanidad. Es un ser que se mueve sólo por el intelecto y esto va a hacer que esté todo el rato un paso por delante de los dos protagonistas, causándoles un desafío nunca antes visto. De hecho, toda la película a partir de la escena del tren (quedaros con esta escena, que es genial) es una gran persecución, una gran caza. Sin embargo, lo genial de que el villano tenga tal ventaja es que los perseguidores, los supuestos cazadores son cazados. Lo que encumbra a esta sección (que equivale a dos tercios de la película) no es sólo que veamos a los personajes absolutamente superados y abatidos poco a poco sino también, y más importante, el ritmo. El cómo Molland maneja el ritmo en esta película es magistral. La adrenalina y la tensión no dejan de fluir durante casi una hora entre trenes, bosques, parkings y demás. El final es también realmente angustioso y por todo el sacrificio que ha supuesto a los personajes y su ambientación no deja de recordarme algo al final de Skyfall de Sam Mendes. De hecho, ambas películas comparten ciertas características como el uso del ritmo durante la mayor parte de la misma, el poderío y la dominación del villano y que el final tenga lugar en un paraje natural. Resumiendo y para acabar, esta tercera película pierde algo del poderío gráfico y del impacto que, por tanto, se genera en el espectador y, ciertamente, pierde muchos enteros en personalidad después de la cuasi-experimental Profanación. Sin embargo, la película se sostiene establemente en un genial villano y en el saber hacer y la experiencia del director, en especial en su ritmo. Las escenas en exteriores consiguen tener mucho protagonismo en esta película que, más allá de lo comercial, es reflexiva y crítica, en cierta manera. Son buenos estos nuevos caminos que coge la franquicia. Veremos qué pasa en la cuarta.

Nota: 9/10

Espero que os guste este artículo que, todo sea dicho, me llevó bastante tiempo hacer. Sabed que la razón por la que lo hago es no solo por introducir en este blog el thriller nórdico adecuadamente (un género que me fascina) sino también por que pienso hablar de la cuarta en la siguiente y última parte de estrenos del 2018 que espero subir a lo largo de esta semana. Sin embargo, he de anunciar que, debido al año tan estresante que he tenido, este año mis vacaciones se van a alargar un poco, de tal manera que no esperéis nada más hasta mediados de agosto. Sin más, gracias por la atención. Nos volveremos a ver pronto.

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