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Malos tiempos en el Royale o el retrato perfecto de una época anárquica

Malos tiempos en el Royale:

Año de estreno: 2018
Título original: Bad Times at the El Royale

Póster:

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Crítica:

Realmente esta película empezó trayéndome cosas buenas incluso antes de ser estrenada. A finales del verano pasado me encontré con su trailer de manera casual. Lo vi por curiosidad y me encantó. Es más, me gustó tanto que no me pude esperar a que saliese la película y consulté la cinematografía del director. Allí me encontré con La cabaña en el bosque, que es una película de la que ya hablé en este blog. El resto de la historia ya la sabéis. A pesar de sufrirla un poco, ya que reconozco que soy algo impresionable con las películas de terror, la película me voló la cabeza y la volvería a ver sin duda. Esto era la confirmación que necesitaba y fui a ver esta película con tantas ganas que una decepción sería el resultado más probable (es más, fui a una sesión nocturna teniendo que madrugar al día siguiente porque la quitaron a traición de la cartelera en el cine de mi ciudad). Y, aún así, me fascinó. Realmente la tuve en mi memoria y cuando salió en DVD no pude evitar el comprarla y volver a verla para ver si aguantaba un segundo visionado. Y este otro fue aún mejor que el primero. Descubrí pequeños detalles que se me escaparon en el anterior y me ayudó a confirmar la genialidad detrás de esta película. Procedo a analizarla punto por punto.

El espectador empieza viendo cómo un hombre de identidad desconocida llega a una de las habitaciones de un hotel o motel de carretera y se emplea a fondo para esconder una bolsa voluminosa bajo las tablas del suelo. Poco después de conseguirlo, alguien pica a su puerta y lo asesina a sangre fría, sin conseguir encontrar la bolsa en cuestión. La película salta a varios años después (sin saber el año exacto, se puede decir que es una época indeterminada a finales de los 60 y principios de los 70), cuando descubrimos que el hotel en cuestión es el Royale, un antiguo hotel de lujo situado justo en la línea fronteriza entre los estados de California y Nevada. A su recepción llegan en orden escalonado diversos clientes: un agente comercial que vende aspiradoras, una cantante de bajo standing, un cura y una chica de la que al principio no se sabe mucho. Poco después se revela que el agente comercial es en verdad un agente secreto enviado al hotel gracias a un chivatazo que alertaba que algo raro estaba pasando ahí. Allí descubre unos micrófonos ocultos y pilla in fraganti a la chica que parece llevar consigo a su habitación una chica con un saco en la cabeza y las manos atadas. Investigando, consigue entrar a la habitación de la chica donde ella lo mata con una escopeta. Mientras tanto, el cura descubre un aterrador secreto dentro del mismo edificio. Las cosas se ponen aún más feas con la llegada de un peligroso conocido de uno de los clientes...

Habiendo visto el trailer y su anterior película, yo di por hecho que las dos iban a tener la misma estructura: eran una película hasta que al final asistimos a un gran giro y todo cambia radicalmente. Y, sin embargo, hay grandes diferencias. En esta película el gran giro está al principio de la misma. [Spoilers de aquí en adelante. Si no la habéis visto, os recomiendo que le deis una oportunidad antes de seguir leyendo] Lo que al principio parece un misterio de Agatha Christie se vuelve más oscuro cuando se revela el gran secreto del Royale (repito, en la primera media hora de la película): resulta que el tío de la recepción tiene acceso a un pasillo desde el cual puede observar y oír sin que se note lo que pasa en las diferentes habitaciones y, de hecho, hay alguien externo que le paga generosamente si graba todo lo que allí acontece. Aquí es donde está el gran cambio. En la anterior, el giro suponía el acceso a algo mucho más grande, mucho más amplio, la evasión de lo que la película llevaba construyendo hasta ese momento. Sin embargo, en ésta Goddard (que, como en la anterior, guioniza y dirige) decide declinar esa oportunidad. En vez de centrarse en quién compra los vídeos o en qué contienen éstos, decide pasar de ello y quedarse en el Royale, fijándose en las reacciones de los personajes en este espacio misterioso, lleno de secretos, claustrofóbico y peligroso. Y he aquí el verdadero giro: esta película (por mucho que parezca lo contrario) no es totalmente un thriller, sino también una película de personajes.

Y, ya que son la base de la película, hablemos de ellos. Genialmente, Goddard crea unos personajes que, si bien tienen las motivaciones claras y están bien desarrollados, representan más bien diferentes reacciones ante la sociedad en la que viven. No es ningún secreto que la época en la que se ambienta la película es un periodo complicado, imbuido de nuevas ideas, lleno de vicios y (aún peor) de dinero. La anarquía se confundía con la libertad y algunas regiones del país eran ciertamente "ciudades sin ley" (recordemos que de esto hace ahora solo 50 años). El caso es que los personajes reaccionan a esta situación de diferentes maneras: a través de delitos, usando sólidos principios, protegiendo como pueden a los seres queridos, uniéndose a una secta, consumiendo drogas, comprando información, vendiéndola... Obviamente, la unión de estos seres va a generar peligro y conflicto a paladas. Todos desconfían y están preparados para atacar y defenderse en cualquier momento. Y encima está oculta en el edificio una bolsa que contiene una millonada. La genialidad de esta película es que, si bien presenta un villano evidente, el resto de personajes tienen una moralidad ciertamente cuestionable y está a disposición del espectador el decidir dónde está situado cada personaje en la línea del bien y del mal, que la película simboliza hábilmente con la línea fronteriza que parte en dos el hotel. De hecho, hay un momento precioso al final donde el de la recepción, traumado por las órdenes que tuvo que acatar tanto en la guerra como en el propio hotel (el obtener la información) acaba sacrificándose y salvando a dos de los protagonistas rompiendo, sin embargo, la promesa que se había hecho después de la guerra de no volver a usar nunca más un arma. El pobre diablo acaba a la entrada de la redención, justo en la línea que separa el bien y el mal. Es un momento precioso pero realmente se puede aplicar al resto de personajes de la película (el policía no, pero ese es como el que muere el primero en una peli de terror, ¿qué más da?). Dónde están las buenas acciones en una sociedad, una época y un país donde la violencia y el crimen parece ser la única manera de conseguir las cosas, de subsistir es algo que la película maneja bestialmente y que da para pensar un buen rato. Este tema, cuidado, no es baladí ya que en pequeña escala, sigue afectando hoy en día al todavía caótico Estados Unidos de América.

Pero esto no es todo. Hay muchas más buenas ideas que acompañan a este maravilloso planteamiento.

Primero de todo, no hay que despistarse: esto es una película de personajes y un thriller a partes iguales. Y, como la película prácticamente carece de argumento (técnicamente es el paradero y el destino de la bolsa del dinero, pero es muy poco significativo), en vez de llevar la emoción a la resolución de un gran misterio, desvela los secretos de cada personaje y despliega una tensión pura e ininterrumpida que absorbe y engancha. Y el medio a través del cual fluye la tensión casi insana es una decisión creativa fantástica: el sonido y el silencio. Aquí se produce una ambivalencia muy interesante. Por un lado, el silencio en una película donde la meta es la vigilancia total genera incertidumbre y cierto peligro al no ser consciente de lo que determinado personaje está haciendo (esto se puede ver la primera vez que se ven las habitaciones desde el pasillo o en el momento en el que el policía fuerza la puerta de la habitación de la chica), pero por otro lado, el sonido que aquí se asocia con la música cubre los ruidos que los distintos personajes hacen y , por ende, sus intenciones por lo que se usa como una manera de engañar, de camuflar (esto se puede ver en el momento del botellazo en el bar o la escena donde rompen el suelo para llegar a la bolsa). Esto ya de por sí es brillante y crea mucha tensión, pero si encima se junta con el hecho que ya se pudo ver en La cabaña en el bosque de que Goddard es un maestro de las expectativas y va a buscar siempre una vía creativa para sorprender al espectador nos encontramos ante una película de 2 horas y media de duración que se pasa volando. También los misterios asociados a los secretos de los personajes son ciertamente disfrutables.

Otra clave del resultado final de la película es el montaje y la imagen.

 El montaje se sostiene en base a dos claves: las tarjetas y los flashbacks. Resulta que la película se cuenta desde la perspectiva de varios personajes y, a modo de introducción de cada sección, la película emplea tarjetas que indican el número de habitación en el que se va a centrar que se asocia fácilmente con un personaje u otro. Este pequeño detalle no solo hace que la estructura de la película se pueda seguir fácilmente sino que también le da un aire estético a la película como una historia de detectives clásica del estilo de Christie, lo cual genera interés y le da algo de personalidad. Pero para que la estructura no sea demasiado evidente se intercalan en la trama ciertos flashbacks que explican datos importantes del pasado de los personajes. Afortunadamente no son excesivos (tan solo uno o dos por personaje) y ayudan a entender mejor a los personajes y al público a relajarse y a escapar por un momento de ese ambiente de máxima tensión.

La imagen, por otro lado, también está muy cuidada en esta película. Al principio de los flashbacks y de la película, la imagen es luminosa. Sin embargo, cuando llega el peligro es al anochecer y la mayoría de escenas de la película se forman por colores oscuros, si bien dejan lugar a cierto contraste con la luz, que se explota en esas maravillosas escenas exteriores de noche con la lluvia e iluminadas por los neones del cartel del hotel. También las escenas interiores dentro del hotel merecen la pena, ya que dan una imagen muy clara de lo que está pasando con una cámara dinámica que además también genera cierta claustrofobia al estar tanto tiempo en ese espacio cerrado. De hecho, está tan bien grabado que Goddard se regodea en una escena en concreto (la de la muerte del policía) y la graba desde diferentes perspectivas aprovechando los diferentes personajes.

Para acabar con el apartado artístico, hablemos de la música. La música se podría ser que es homodiegética, ya que cumple una función en la película y no la escucha sólo el público sino también los personajes dentro de la cinta. Y, analizándola objetivamente, la música que han escogido es fantástica. Cuadra perfectamente en el tiempo y realmente recuerda la buena música que se cultivaba en el pasado 50 años después. Además de las canciones de la época, Cynthia Erivo, que es la actriz que interpreta a la cantante, es también cantante en la vida real (y una muy buena, por cierto)
y versiona dos canciones de esa época maravillosamente con una mezcla de tradición y modernidad.

Y para terminar, esta historia no sería creíble si no lo transmitiesen unos buenos actores y, afortunadamente, este es el caso. Las actuaciones de esta película son magistrales, todas y cada una de ellas. Los actores se dejan todos la piel para que funcione. Si bien Jeff Bridges (con la edad que tiene...) y Cynthia Erivo (casi parece que sea actriz en vez de cantante, lo hace espectacular) se roban la película con una química fuera de serie aprovechando que son los protagonistas, Chris Hemsworth (como el "malo"), Dakota Johnson (como la chica misteriosa), Cailee Spaeny (como la hermana loca del personaje de Dakota) y Lewis Pullman (como el recepcionista) lo bordan, dotando a sus personajes de una seguridad y credibilidad magistrales.

Con unos personajes que son claros productos de la sociedad de su tiempo, complejos, genialmente interpretados; unas decisiones creativas inspiradas, un uso de la tensión constante e inteligente, algo de misterio y un cuidado minucioso en los pequeños detalles, ésta es toda una experiencia cinematográfica que opino que vale la pena vivir varias veces. Un tour de force (perdonad por el galicismo) de Drew Goddard, de los actores, del equipo técnico, de los músicos que aparecen en el metraje, etc. que roza la perfección. Todo en esta película está genial pero no os preocupéis que los Oscars se los llevaron Bohemian Rhapsody y Black Panther (qué injusta es la vida, si bien he de decir que, por lo menos, el de banda sonora se lo merecía la peli de Marvel pero aún así...). En fin...
¿Queréis una habitación en Nevada o en California?

Nota: 10/10

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