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Cuatro películas clásicas que recomiendo o analizando cine clásico (I)

Metrópolis, Madame Curie, Ladrón de bicicletas, Doce hombres sin piedad:

Años de estreno: 1927, 1943, 1948 y 1957, respectivamente

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Bueno, heme aquí de vuelta. Después de unas merecidas vacaciones de Navidad y ahora que he terminado mis exámenes con suerte hasta mayo, me hallo en facultades de volver a subir artículos a este pequeño casi imperceptible rincón de Internet. Feliz año, por cierto. El 2020, al menos de primeras, no me va a recibir con la acusada falta de tiempo que sufrí la primera mitad del año pasado, que fue la que causó que acabase de subir en diciembre especiales que, en el 2018, había acabado de publicar en marzo. Como no quiero repetir los mismos especiales con tan poco tiempo de margen, voy a dejar los especiales de películas del 2019 para un poco más adelante (a ver si no se me vuelve a ir de las manos) y lo primero que se me ocurrió para empezar el año 2020 por mi parte en este blog fue tratar un tema del que llevo queriendo hablar cierto tiempo. En este blog se ha hablado mucho de películas de finales de los 70 hasta ahora. Sin embargo, ese periodo temporal, en términos de Historia del Cine abarca el equivalente a la Edad Moderna y la Contemporánea en la Historia de la Humanidad que, si bien son muy relevantes porque son épocas que se pueden corresponder más con la visión de los hechos que se tiene a día de hoy (en el caso del cine con el ritmo y las características visuales y sonoras de las películas de hoy en día, especialmente con las exitosas), eso no implica dejar de lado los orígenes del todo, sin analizar las preocupaciones y las maneras de hacer las cosas en una época que ya se antoja lejana pero que, sin duda, es interesante y relevante a día de hoy (aquí la historia y el cine se imbrican de cierta manera). Hubo mucho cine desde el estreno de las primeras películas hasta llegar a los años 70 y más allá. Por eso, me gustaría hablar de cuatro películas más antiguas de lo que acostumbro pero que, sin duda, me gustan mucho y recomiendo. Viajemos en el tiempo y hablemos de las películas del pasado que, a día de hoy, se engloban bajo la etiqueta de cine clásico.

Antes de empezar, me gustaría delimitar todo lo que engloba, para mi, el cine clásico por si recupero esta sección en el futuro (espero hacerlo). Al igual que en la música, a pesar de que hay ciertas similitudes en pequeños aspectos entre lo clásico y lo actual, son dos periodos en los cuales lo exitoso presenta características muy distintas (especialmente creo yo que hay cambios en el cine en el ritmo de las películas [bastante más frenético en las películas exitosas de hoy en día] y en aspectos visuales y sonoros [la evolución fue muy marcada, desde películas sin más sonido que la música y con la imagen en blanco y negro con decorados manuales a películas con un tratamiento del sonido y la imagen que cada vez se va puliendo más con efectos especiales hechos en ordenadores]). Quizás la primera película "blockbuster" con efectos especiales y un éxito rotundo que nos puede recordar al cine a día de hoy y que, de hecho, sigue generando películas hoy en día es la original de El planeta de los simios que se estrenó a finales de los 60; salvando mucho, lógicamente, las distancias. Por esto, para mi (realmente es debatible y muy subjetivo cuándo poner esta barrera de cine clásico y cine más moderno) el cine clásico abarca todas las películas estrenadas hasta la década de los 60 (ésta incluida). Bueno, sin más que aclarar, que ya está todo dicho, voy a hablar de estos cuatro peliculones en orden cronológico de estreno.

Críticas:

Metrópolis (Años 20):


Empecemos esto con una película alemana del director Fritz Lang que tiene una curiosa historia detrás. Todas las copias de esta película, realizada en el año 27 (hace casi un siglo), se perdieron con el paso del tiempo. Durante años, se extendió la creencia de que todas las muestras de esta cinta habían sido destruidas o habían desaparecido. Sin embargo, en el 2008 se encontró una copia de esta película en un pequeño museo de Buenos Aires, Argentina. Una vez encontrada, se cuadró la imagen, se volvió a traducir al alemán desde el español y ya por fin se podía disfrutar completa. La película, por cierto, se puede ver en Youtube con subtítulos en español. En un momento indeterminado del siglo XXI, en la ciudad futura conocida como Metrópolis, la mayoría de la población han de trabajar diez horas al día controlando unas máquinas que son claves para el funcionamiento de la ciudad, especialmente la Máquina Corazón. Los trabajadores viven en el subsuelo de la ciudad, en un lugar conocido como Las Profundidades mientras que los dirigentes de la ciudad y su descendencia viven rodeados de lujos en las alturas de la misma. Un día, Freder, el hijo del mayor dirigente de la ciudad, sigue a María, una profesora de la que se enamora al instante y descubre las horribles condiciones de trabajo de los obreros. Maria les da charlas y sermones de la Biblia a los obreros en su tiempo de descanso y muchos la consideran una eminencia. En sus discursos, menciona repetidamente la necesidad de un intermediario entre las manos (los obreros) y el cerebro (los dirigentes) y Freder, que está impactado por las penosas condiciones de trabajo de los obreros parece ser el candidato perfecto para ese puesto. Sin embargo, el padre de Freder, junto con un inventor de la ciudad, decide crear un ser-máquina (un robot) que suplante la identidad de Maria y convezca a los obreros para que lleven a cabo una revolución que justifique una intervención violenta contra estos y así someterlos definitivamente. Lo que no sabe es que el inventor, Rotwang, tiene un plan mucho más complejo con su robot que le permita vengarse del susodicho por un problema que tuvieron ambos con una mujer en el pasado. Freder, el intermediario, con la ayuda de la verdadera Maria, intentará con todas sus fuerzas que cambie la situación sin necesidad de requerir a la violencia pero el tiempo se acaba... Quizá la característica más representativa de esta película sea el hecho de que es lo que se conoce como una película muda, una cinta en la que ni se graban ni el espectador llega a oír ni las líneas de diálogo de los actores ni los sonidos propios del mundo en el que se ambienta por falta de medios más que por otra cosa. La única información que tenemos del argumento es lo que se pueda interpretar por las imágenes (en blanco y negro, por supuesto) y algunos carteles que salen de cuando en cuando y presentan una porción escrita de alguna de las piezas de diálogo y lo único que realmente se oye en la película es la banda sonora, que suena todo el rato prácticamente ya que, si no, habría un silencio incómodo que reduciría la inmersibilidad del espectador en la película. Y lo cierto es que para una película de dos horas y media de duración con una banda sonora continuada que cambia su registro por segmentos para generar diferentes emociones y mejorar la experiencia de los que la ven y que no se hace pesada y cambia cada cierto tiempo de dos horas y media de duración me parece todo un logro y uno de los muchos puntos a favor de la película. Pero un buen sonido requiere de una buena imagen que lo acompañe y la película cumple también por eso. Los decorados (porque, de aquella, efectos especiales por ordenador cero) están genial y realmente construye un mundo futuro muy convincente, especialmente considerando que la película tiene ya 92 añitos de edad. La creatividad visual expresada en los diferentes tipos de máquinas, destacando el endiablado artefacto de las bombillas y las agujas, en el diseño de esa ciudad que recuerda a una mezcla de la igual llamada Metrópolis de los dibujos animados de Superman de los años 40 y la ciudad con la que empieza El quinto elemento y en el tan bien ornamentado fondo del laboratorio del inventor, por poner algunos ejemplos (hay que recordar que incluso si esto que acabo de mencionar parece un poco ya visto el crédito lo tiene esta película que salió hace tanto y que tanto influyó y perduró en el tiempo). Pero es que luego tenemos algunos otros trucos visuales dignos de mención como los juegos de colores con la ropa de los nobles blanca inmaculada y los uniformes de los trabajadores de un negro luctuoso y luego a otro nivel están los momentos onhíricos. Esta película se puede enmarcar en un momento artístico de la época llamado el Expresionismo, concretamente la variante alemana del mismo. Este movimiento da rienda libre a los creadores para expresar las sensaciones de los personajes, casi deformando la realidad para conseguir una visión no realista pero sí personal, pasional y enteramente ligada a las emociones que chocan unas con otras y que, de una manera u otra, controlan al ser humano. La paranoia delirante del protagonista justo antes de desmayarse que empieza a ver diferentes realidades al mismo tiempo como si tuviera ojos de abeja o la genial escena de tinte teatral en la que se hace un paralelismo visual con el robot y el Anticristo o la aterradora personificación de la muerte son sólo algunos ejemplos de cómo el cine es también una variante del arte y de cómo algunas películas pueden ser representantivas  del momento cultural, artístico e histórico en el que se estrenaron. A esta influencia teatral también se añade la propia estructura de la película con introducción (entreactos) y acto. Hablando de la influencia histórica, el director que tenía reciente la Revolución Bolchevique del 17, se empeña y consigue tratar una revolución desde todos los ángulos de una manera fascinante, analizando causas, procedimientos y consecuencias. A veces se tiene una idea equivocada de la naturaleza del origen de las revoluciones proletarias y la que se retrata en esta película, como muchas en la historia, viene desde arriba. Aquí además se ve claramente: si no llega a ser por los planes cruzados del alcalde y el inventor, la verdadera Maria seguiría convenciendo a los obreros de la necesidad de una revolución más noble e intelectual, sin tener que recurrir a la violencia desmedida. De hecho, el que esta revolución se lleve a cabo es un plan perfectamente pensado por el alcalde, que necesita una excusa para reprimir violentamente estos sentimientos ariscos hacia él de los trabajadores y así mandar un mensaje a aquellos que se atrevan a llevar la contraria (el miedo a la represión, que no deja de ser lo que articula la falta de libertad de expresión y actuación en los regímenes fascistas). A pesar de que la película se empeña en demostrar lo ruines y miserables que son las decisiones tomadas por estos dos siniestros personajes, no va a dejar al otro bando sin cuestionar tampoco. Los obreros no salen mejor parados y es que en su afán por liberarse proceden a la rebelión sin haber reflexionado lo suficiente antes. Por algo el guardián de la Máquina-Corazón se mostraba tan reacio a que los trabajadores la rompieran en señal de protesta y en una revolución de este calibre hace falta tener en cuenta dos cosas: las personas que se quedan atrás (en este caso los niños de los obreros, que se quedan en sus casas ya que, por su corta edad, no son los revolucionarios más adecuados) y lo que supondría la caída del sistema que están intentando abolir. A veces el antiguo sistema derrumbándose puede ser más perjudicial para algunos que la situación anterior y aquí esta situación se expresa con una amenaza mucho más tangible. Resulta que la destrucción de todas las máquinas causa que una tromba de agua anegue la ciudad de los trabajadores con todos sus hijos dentro y, si no llega a ser por la heroica y angustiosa operación de rescate llevada a cabo por Freder y Maria, habrían muerto todos ahí. Al final de la película, se consigue evitar el conflicto armado y se llega a un acuerdo gracias a la perseverancia de los dos protagonistas y es en este momento en el que calan los dos mayores temas que, para mi, caracterizan esta película. El primero: la facilidad del control de multitudes por medio de la religión o la revolución (dos ideas que deberían de ser opuestas y que, mal entendidos, tienen muchos puntos en común) y la facilidad de manipulación de lo que dicen los textos sagrados (efectivamente, si hubiesen escuchado a la verdadera Maria con sus sermones de la Torre de Babel habría sido bastante mejor pero cuando alguien parecido a Maria les expone un mensaje totalmente diferente no tienen ningún problema en seguir sus órdenes al pie de la letra). El otro es el tema central alrededor del cual gira la película: la pasión. Es la pasión la que hace que Freder siga a Maria y descubra, horrorizado, las horribles condiciones de vida y trabajo de los obreros en una fábrica que es como la de Tiempos Modernos con esteroides y, en cierta manera, es la pasión la que hace que Freder y Maria actúen, salvando a los niños y el día. Por otro lado, sin embargo, también es la pasión la que hace que los trabajadores se lancen a una revolución que iba a acabar en desastre absoluto. Y es que la pasión es un arma de doble filo; por un lado, es un instrumento poderoso para que las personas reaccionen y busquen algo mejor pero exagerada o mal entendida puede llevar a lo peor, ya que las pasiones siempre tienen que estar respaldadas por la razón y en una guerra dirigida por la pasión inculcada (o adoctrinada) vale todo y no debería de ser así.

Resumiendo, es una película algo larga que casi recomendaría que se viese en partes (sí, estoy en desacuerdo con las incontables declaraciones de Scorsese y no me arrepiento de decirlo) pero que hay que ver a pesar de los prejuicios que pueda provocar su antigüedad. Una creatividad y maestría visual desbordante, una muy buena banda sonora y un sólido trabajo de actuación son ya motivos de sobra para verla, pero es que además es una película reflexiva que inculca sus muy interesantes temas de una manera muy sencilla. Historia del cine que hay que ver.

Nota: 10/10


Madame Curie (Años 40):

Dejemos pasar algo más de una década para llegar a los años 40. El cine era ya algo más independiente de las corrientes artísticas imperantes, estaba empezando a ser un negocio mucho más rentable, muchas más películas estaban siendo producidas y Hollywood, en los Estados Unidos, empezaba a crecer bastante y seguía en su evolución hasta llegar a convertirse en la mayor "fábrica" de productos cinematográficos del mundo unas pocas décadas después. Y de una película de Hollywood pienso hablar ahora. Una película, de hecho, bastante sencilla pero con mucho talento y las ideas muy claras. La cinta trata la historia vital de la científica polaca Maria Sklodowska (conocida como Marie Curie por el apellido de su marido, el científico francés Pierre Curie), que tuvo un papel clave en la investigación de las propiedades radiactivas de los elementos químicos (y que, de hecho, descubrió dos de estos) con un gran esfuerzo y dedicación que la llevó a ser de las pocas personas galardonada con dos Premios Nobel (de Física en 1903, junto con su marido y Henri Becquerel y de Química en 1911 de manera individual. Concretamente la película se centra en todo el tiempo que ella pasó en Francia, desde que llegó a terminar sus estudios a París a finales del siglo XIX hasta su muerte en 1934 (poco antes del estreno de la película). La verdad es que lo que más me sorprendió al ver este biopic de otra época y compararlo con los de ahora es la rigurosidad y lo extenso que es el aspecto científico en la misma. Los biopics más recientes buscan mucho el componente trágico y emocional de la vida de las celebridades que reflejan y no tanto en el componente más profesional y científico de su vida, incluso aquellos centrados en verdaderas eminencias científicas y técnicas como los por otro lado interesantes The Imitation Game (Alan Turing) y La teoría del todo (Stephen Hawkins) [ojo, estoy generizando, en algún otro puede que no sea así]. Pues bien, en este no. En las primeras escenas se mencionan a Copérnico y Galileo y Pierre Curie, cuando conoce a Maria, le propone investigar con él algo relacionado con el magnetismo en metales (o algo parecido, no me acuerdo exactamente). Esto no deja de tener un sentido aplastante, porque al principio la película se ambienta en la etapa universitaria de Maria. De hecho, cuando entra a trabajar en el laboratorio de Curie, se encuentra con Becquerel y en un momento se describe con pelos y señales la increíble casualidad (no sin trabajo detrás, eso sí) que llevó al descubrimiento y el desarrollo de la propiedad radiactiva de algunos elementos químicos como el uranio (en la película se habla de pechblenda, que es el nombre de un mineral muy rico en uranio) que les llevó a ganar y compartir el Premio Nobel escasos años después. También hay una parte en la que se describe con mucha exactitud el complicado proceso que llevan a cabo los Curie para aislar el Radio que es al mismo tiempo un documento muy realista y una escena muy larga que mantiene un muy conseguido sentimiento de desesperación, ansiedad pero con algo de esperanza, que siempre es lo último que se pierde. Pero no solo es el ámbito científico lo que explora la película, sino que también dedica bastante tiempo a retratar su noviazgo con Pierre Curie. Desde aquellas primeras escenas en las que confió en ella y vio en ella un talento innato que no se le reconocía normalmente por los ideales y prejuicios de época, a los que también se enfrenta cuando se reúne con sus nuevos suegros después de la boda se ve como se preocupa legítimamente por ella, la apoya y cómo vive un conflicto entre las ganas de ambos de descubrir algo nuevo y revolucionario y el más que real peligro médico que sufre ella si sigue investigando en ese campo. De hecho, esta historia acaba [spoiler] un poco como el Rosario de la Aurora. Después de tanto esfuerzo, desgaste y sacrificio causado por sus interminables investigaciones, deciden tomarse un descanso y disfrutan de un apacible paseo en barco. Es, sin embargo, el momento en el que vuelven a París el que marca la tragedia y es que a los pocos días Pierre muere atropellado por un coche de caballos. Si bien las circunstancias de esta muerte son algo fortuitas no deja de sentirse como el último gran sacrificio que esta mujer tiene que sobrellevar en su vida. Durante esa vida, Marie nunca ha dejado de trabajar sin descanso, con pasión, no dejándose vencer por el fracaso y la desalentación y nunca dejar de intentarlo, llegando al éxito pero con los únicos afanes de descubrir y ayudar a la gente, rasgos que no dejan de ser tremendamente humanos pero que se pierden. Si bien se podría considerar a Curie como una mártir de la ciencia, la película no endiosa al personaje y lo desarrolla de una forma realista, no evitando los bajones perfectamente naturales de una persona y enfrentando a la persona a buenos y malos momentos, lo que no deja de ser la vida misma.

Esta película puede cansar a algunos dado su ritmo lento (como comenté el ritmo de las películas ha ido cambiando mucho con los años) pero, como siempre, no desaconsejo verla en partes. Por supuesto que la recomiendo: es el  mejor biopic que he visto. Es riguroso, es honesto, es divulgativo, tiene unas geniales actuaciones, es emocionante y emotivo y disecciona emociones y características muy humanas (angustia, desaliento, tozudez,  la pérdida, los prejuicios pero también la esperanza y el afán de descubrir y ayudar). Una historia sobre referentes muy completa que los posiciona como héroes pero también como inevitablemente humanos.

(Posdata: Me acabo de enterar de que hay por ahí una versión de la película que reduce drásticamente la duración de la misma quitando muchas movidas científicas. Yo recomiendo ver la versión completa, pero eso ya cosa de cada uno)

Nota: 9,5/10



Ladrón de bicicletas (Años 40):

Volvemos a Europa. A finales de los 40 e incluso en las décadas siguientes se instauró principalmente en Italia (también algo en España) una corriente cinematográfica conocida como el Neorrealismo. Esta nación apenas acababa de salir de una Guerra terrible e interminable en la que el Gobierno fascista insistía constantemente en que todo iba bien. Esto se trasladó al cine y el Gobierno de Mussolini no tardó en verlo como una gran manera de lavar el cerebro a la población y empezaron a producir internamente dentro de Italia un sinfín de películas buenistas y totalmente felices y positivas que buscaban reforzar ese sentimiento de total control de la situación. Pues así eran los gobiernos fascistas: la cosa era hacer creer al pueblo que todo iba bien y estaba perfectamente controlado y que las muertes y la miseria eran necesarios para llegar a un bien común y Mussolini monopolizó la industria cinematográfica italiana de los 20, los 30 y principios de los 40 para reflejar todo lo contrario a la verdadera situación del país. Pues cuando acabó la guerra, en el 45, un grupo de directores decidieron hacer películas que retratasen de verdad las miserias que abundaban en el país durante y después de la Segunda Guerra Mundial con un periodo de Posguerra horrible que también sufrió, por ejemplo, España (si bien este periodo aquí empezó algo antes con el final de la Guerra Civil en el 39). Estas películas tenían en común que no solían tener un argumento muy complejo ni un elevado número de personajes para centrarse en unos personajes que, sin muchas opciones, se enfrentaban a una sociedad con tremendas carencias en la que la competitividad insana y las malas artes para apropiarse de los pocos recursos que había reinaban. Son películas que tampoco tienen muchos diálogos, ya que las imágenes y la realidad ya son lo suficientemente crudas como para ponerse a filosofar. Pues bien, uno de estos directores, Vittorio De Sica, dirigió la película que nos atañe en el año 48 y voy a proceder a analizar esta muestra perfectamente conservada de este intenso movimiento. En ella, un padre de familia romano, Antonio, consigue milagrosamente un puesto de trabajo en plena Posguerra después de mucho esperar como colgador de carteles por las calles de la ciudad. Sin embargo, cuando llega a la oficina a reclamar su puesto, se le informa de que se requiere tener una bicicleta para poder trabajar en condiciones. Con mucho esfuerzo y sacrificio, consigue una pero durante su primer día de trabajo se la roban. Sin medios para conseguir otra, decide emprender un viaje desesperado junto con su hijo Bruno a lo largo de la ciudad para intentar recuperarla. Bueno, tampoco hay mucho que comentar. Como ya dije, el argumento es prácticamente inexistente y una mera excusa para enfrentar al protagonista a la cruda sociedad en la que vive. La mayoría de la película sigue a los protagonistas en su búsqueda desesperada de la bicicleta con la ayuda de un conocido de Antonio. Primero van a un mercado donde se venden piezas por separado de bicicletas. Allí ven de lejos al ladrón y lo persiguen hacia una iglesia cercana. Realmente esta parte, aparte de ser muy tensa y angustiosa por momentos, pone el foco en la propia estructura de la ciudad. Una ciudad en la que, a pesar de la miseria, hay una tremenda cantidad de movimiento y siempre alguien parece ponerse en medio del camino de Antonio, aumentando la frustración. Era una época que, como dije antes, se caracterizaba por que, debido a la escasez de recursos, la población aprovechaba cualquier mínima oportunidad para conseguir algo. Cualquier objeto y cualquier trabajo valían oro y en la película impera el sentimiento de que a nadie le importa lo que le pase a este desgraciado y, de hecho, así es. Cada cual miraba para sí pero no era tanto por egoísmo sino por la desesperación de ver a sus familias y sus seres queridos sumidos en la más profunda miseria. De hecho, la frustración va a aumentar hasta que estalla cuando arrincona al ladrón en la casa de éste y todo su vecindario sale a defenderle dejando en duda si es por legítima confianza en él o por un bien mayor. La unión hace la fuerza y esto no lleva siempre a que gane el bien aunque ¿realmente son tan malos y desalmados o es más bien culpa de la situación? Y la gran pregunta: ¿realmente es esa su bicicleta o tiene esa convicción por su desesperación? Pero no todo en esta película es la angustiosa búsqueda de la bicicleta: también hay momentos más parados en los que el padre intenta educar al hijo todo lo bien que puede y la escena del pan y la mozzarella es, de verdad, un carrusel de emociones: desde la pura ternura que suscita Bruno con la inocencia propia de un chiquillo hasta lo duro del ficticio muro que le separa de aquellas personas que ni entienden su situación ni la comparten y que se dedican a ridiculizarle y a legitimar la distancia que los separa. Una escena poderosa que resalta la importancia de los pequeños placeres y lo nocivo que puede ser el sistema cuando separa a las personas en grupos con situaciones tan diferentes y con unos saltos tan insalvables. Otra gran escena (para mí la mejor de la película) juega con el espectador que ya siente una plúmbea tristeza y pesimismo por las continuas desventuras del protagonista y su pequeño y lo pone contra las cuerdas con un inteligente movimiento de cámara haciendo ver que el niño ha desaparecido y que presumiblemente se ha tirado por un puente hacia su propia muerte (al final no es así, pero los segundos que parece que sí se ve como una tragedia que bien podía haber pasado y que marca tanto al padre como responsable del chiquillo como al espectador con este momento tan absolutamente desolador). Lo siguiente mejor de la película es su final, también absolutamente desgarrador. Después de la espiral de desolación por la que ha descendido Antonio a lo largo de toda la película y después de haberse quedado tan terriblemente cerca de su bicicleta y no conseguir nada por falta de pruebas, pasa lo peor y es que se encuentra con una bicicleta apoyada en un muro con nadie cerca y no resiste la tentación de robarla. Lo pillan y Bruno, destrozado viendo como su padre se ha convertido exactamente en la misma persona que, sin ningún corazón ni empatía le robó a su vez la bicicleta a él, llora como una magdalena (por cierto, el actor que hace de Bruno en esta película lo hace genial, no quiero acabar esto sin mencionar lo bien que lo hace). El dueño decide indultarlo por la pena que le da el niño, que realmente es lo peor que podía haber hecho y que va a destrozar al personaje todavía más, después no solo de haber fallado a su hijo que lo tenía como un ídolo y un ejemplo de seguir sino también de haber perdido su último rasgo de humanidad, de solidaridad en un periodo tan duro.

Resumiendo, Vittorio de Sica dirige con maestría esta película muestra del movimiento neorrealista italiano que, con unos actores maravillosos y sin dejar de lado algún momento con cierta esperanza, retrata a una ciudad y a una sociedad que ha perdido todo su esplendor y funcionalidad y que se ha roto en pedazos llegando a un mundo anárquico en el que unos no se quieren responsabilizar y otros dejan su solidaridad totalmente de lado sin haber necesariamente buenos ni malos sino personas que defienden a sus allegados ante una situación injusta y desastrosa. Un ambiente que rompe al más fuerte y que deja al espectador sumido en una tristeza, angustia y melancolía que duelen. Un episodio de la guerra (de miles y millones) que se ve como una película reveladora, intensa y llena de verdad y que da de lleno en todo lo que define la humanidad y en cómo ésta se puede perder en determinadas situaciones que no pasaron hace tanto y que, en cierta manera, se sigue repitiendo en ciertos países. Una obra maestra atemporal y uno de los ejes centrales del gran cine italiano.

Nota: 10/10



Doce hombres sin piedad (Años 50):

Volvemos a cruzar el charco, regresamos a Hollywood y hablemos de un director ya algo más reciente. Sidney Lumet dirigió la película original de Asesinato en el Orient Express allá por los 70 con un Sean Connery post-James Bond, entre otras (algunas, de hecho, estrenadas en este siglo). Pero de esto ya hablaremos. Yo ahora quiero hablar de su primera película. En el año 57, basada en una popular obra de teatro, Lumet dirigió esta película homónima a dicha obra y quedó, para mi gusto, una película tremendamente interesante. El argumento es simple: 12 personas al azar son llamadas a servir como jurado en un juicio contra un chico negro que aparentemente apuñaló a su padre con una daga y que está condenado a la silla eléctrica. Las evidencias parecen lo bastante sólidas y once de los miembros del jurado declaran culpable al acusado sin pensarlo demasiado, convencidos de que es un caso evidente y saldrán de ahí cuando antes. Sin embargo, el jurado número 8 parece tener una duda razonable que le impide declarar al acusado culpable y esto hará que tengan que discutir el veredicto final de un caso que parecía cerrado. Realmente no quiero alargar esto demasiado y la película es corta así que no diré mucho. Su influencia teatral es muy acusada ya que toda la película menos la escena del principio y la del final tiene lugar en una sóla sala: la sala designada al jurado para que alcancen el veredicto. Esto hace que las tuercas se giren 180 grados desde la anterior película que comentamos. Si en la anterior lo importante era el mundo y la sociedad que presentaba y cómo los personajes principales reaccionaban a ésta en ésta los personajes no se van a mover y el foco va estar puesto en los diálogos y en las tensiones que surgen entre los personajes. Lo cierto es que la película hace un gran trabajo desvelando las personalidades de los distintos personajes y desmontándolos a medida que los argumentos del jurado 8 van cobrando fuerzas. Temas como la dependencia del ser humano de sus propios convencimientos, la naturaleza a veces irracional de los mismos, los prejuicios, la necesidad de una oposición y de la discusión para tomar decisiones importantes y lo enriquecedor de las diferencias humanas fluyen de una manera coherente e interesante. Y por si no fuera suficiente con esto y la claustrofobia tan bien llevada que causa el estar recluido en un cuarto tan pequeño, la película ofrece un misterio a resolver realmente intrigante. A medida que la película avanza y se van poniendo cada vez más impresiones en duda, se va tejiendo una historia de misterio bastante compleja y bastante interesante con el motivo, la procedencia del arma, la fiabilidad de los testigos, un estudio del ruido producido y un largo etcétera que es realmente entretenido y puede recordar a algún novelista profesional de este género. Lo más emocionante del misterio es que tampoco se resuelve porque no hay manera de saber al final si el chaval es culpable o inocente pero parte de la gracia es que no se sepa. Puede tener razón el jurado o no, pero es eso que pasa siempre y más en un país como Estados Unidos.

Resumiendo, esta es una película que sabe traer lo mejor del ambiente y las ideas teatrales de la obra original y presenta no solo una claustrofóbica y tensa experiencia en el que todos los personajes se van abriendo en canal dejando temas importantes de los que vale la pena pensar, sino que es también un monumento discutible al arte del debate y la discusión y una reflexión sobre lo importante que es no tomarse estas responsabilidades a la ligera, mandando un dardo directo al sistema judicial de los Estados Unidos que ya se sabe que no es muy de fiar... Una película muy tensa y emocionante y bastante simple en el buen sentido ideal para empezar con las películas un poco más antigüas. Y aquí no hay dudas.

Nota: 10/10


Bueno, espero que os guste este artículo en el que he estado trabajando este último mes. Este es un tema que siempre quise tratar y, por supuesto, el cine clásico es enorme y esta sección puede volver en un futuro muy probablemente. Sencillamente acabar diciendo que el cine más antigüo se merece una oportunidad sin prejuicios y con mirada objetiva, ya que puede dar bastantes sorpresas. Siempre es importante ver lo que empezó siendo una industria que, a día de hoy, ha cambiado tanto. Un siglo es mucho tiempo y no todas las películas que merecen la pena están en los últimos cincuenta años, ni de broma. En fin, acabo, que me eternizo. Ya nos veremos.

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